Aquella noche de noviembre de 1966, mientras el avión descendía sobre la constelación de luces de la Ciudad de México, yo me preguntaba con cierta inquietud sobre el personaje a quien Primera Plana me había encomendado entrevistar para una nota de tapa que se editaría seis o siete meses después. Gabriel García Márquez. ¿Quién lo conocía? Colombiano, 38 años, casado, dos hijos, algunas novelas y algunos relatos publicados en su tierra y en México, país este último en el que residía desde seis años atrás. Al parecer, en 1965, tras un año y medio de dedicación exclusiva, había terminado la novela que lo obsesionaba desde siempre. Poco más de 300 páginas (1.300 cuartillas escritas a razón de ocho horas diarias, sin contar el material descartado), donde se desplegaban la realidad (atroz, a menudo) y la leyenda (poblada de desmesuras, sueños frustrados e imaginación desbordante) de la América criolla. Sería también el catálogo de maravillas evocadas en su infancia por una abuela de cuya boca el pequeño Gabo aprendería las tradiciones y las consejas, los milagros y los espantos que poblaron los días y las noches de la pequeña ciudad, Aracataca (que él llamaría Macondo), en la que había nacido, en 1927.
Su conversación tiene el mismo encanto, ligeramente arcaico, y el sabor legendario de sus relatos, donde la realidad se hace fantástica y la fantasía, realidad. Pasé una semana en México DF, arrullado por ese encanto… ¿De qué hablamos durante esa semana? De libros, naturalmente. Antes de mi partida, Tomás Eloy Martínez -jefe de redacción de Primera Plana y factótum de esta andanza- me había deslizado apresuradamente, en un bolsillo, un librito mínimo, una suerte de separata, Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo. Lo leí durante el viaje: me deslumbró. El manejo del idioma, la plasticidad y exactitud de la prosa eran incomparables... Cien años de soledad era otra cosa: un desborde de aventuras, un torrente de desaforadas metáforas, un esplendor verbal inusitado.
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*En 1966 hizo la primera entrevista de un medio argentino a García Márquez, que se publicó en el célebre número de la revista Primera Plana, factor fundamental en el meteórico salto del escritor a la fama. Esta nota se publicó en este suplemento en 2007.